El mundo amaneció de luto tras confirmarse la muerte del Papa Francisco, apenas un día después de su última aparición pública.
Desde el balcón de la Basílica de San Pedro, un clérigo leyó sus palabras mientras él observaba en silencio. Fue su adiós sin avisar: un llamado a renovar la esperanza y abrazar al prójimo, venga de donde venga. Menos de 24 horas después, el Vaticano soltó la bomba: a las 7:35 de la mañana, Francisco se nos fue. El Obispo de Roma, el Papa del pueblo, volvió a la casa del Padre, dejando atrás una vida entregada al servicio de Dios, la Iglesia… y de la raza de todo el mundo.