Good morning, buenos días, ¡buen inicio de semana! Y aunque quisiera arrancar con un chiste para hacer más llevadero este lunes y recordarte que aún faltan cuatro días para el fin de semana, jajajajaja…. hoy no puedo. Hay un tema que no puede tomarse a la ligera, por más que disfrute ser amarillista, hacer chistes o comparar la vida con horóscopos, porque sí, creo que los astros rigen el universo y ningún géminis o capricornio va a venir a decirme lo contrario.

Pero ante lo ocurrido la madrugada del pasado sábado 18, no hay forma de bromear. Es realmente alarmante. Independientemente de si estás de acuerdo o no con la migración y los problemas que conlleva, creo que todos coincidimos en algo: el operativo estuvo pésimamente manejado. No hay justificación para generar miedo en alguien, y menos en un niño. Imagina estar durmiendo plácidamente y, de repente, despertar entre gritos desesperados, ver cómo queman tus pocas pertenencias para distraer a los policías y poder escapar, escuchar a las fuerzas del orden acercarse al lugar que llamas “hogar” y amenazar los sueños de tu familia de buscar una vida mejor.

Situaciones así no solo reflejan fallos en el sistema, sino una falta de empatía total por parte de todos los órganos de gobierno. Porque aquí nadie se salva. Y aunque cuestionemos el uso de espacios que posiblemente tienen dueño o los problemas de inseguridad y sanidad que trae un campamento migrante, no podemos ignorar que la crisis migratoria está desbordada por todas partes.Pero sobretodo este tipo de operativos pudo haber terminado en tragedia, como la que ocurrió en Juárez hace casi dos años en el centro de migración, todo porque nadie se detuvo a pensar: “Oigan, ¿no creen que esto es mala idea? ¿No deberíamos venir a las 6 de la mañana como la gente normal?”.